Cada vez más oímos a nuestro alrededor que tal o cual persona padece una esclerosis múltiple (EM). Parece como si hubiera una pequeña “epidemia”, afectando incluso a personas cercanas , vecinos, familiares…. Actualmente hay un debate sobre si está aumentando la incidencia de esta enfermedad, y parece que así es, especialmente entre las mujeres; independientemente que, por una mayor disponibilidad de exploraciones como la resonancia magnética o por un mayor acceso a los especialistas, estemos diagnosticándola más precozmente.

Afecta a población joven, especialmente a las mujeres, con una proporción hombre/mujer de 1/3. Existen dos picos de edad de presentación de la enfermedad, uno entre los 20 y 30 años y otro un poco más adelante, sobre los 40. Si bien no es exclusivamente así; cada vez diagnosticamos más casos en edades incluso pediátricas y también a partir de los 60 años.

Es una enfermedad de causa desconocida, y de mecanismo autoinmune. Esto es, desarrollada por una respuesta anómala de nuestro sistema inmune frente a una, o varias proteínas de la mielina que recubre los axones de las neuronas del sistema nervioso central. Ello conlleva el tráfico al interior del sistema nervioso central de linfocitos autorreactivos, responsables de desencadenar una secuencia de acontecimientos que producen una inflamación en la mielina, el daño de la misma y la degradación de los axones que subyacen a dicha vaina mielínica. La consecuencia directa de este daño mielínico es el fallo en la transmisión de los impulsos nerviosos. Es comprensible que si esta lesión afecta, por ejemplo al nervio óptico, el paciente podrá manifestar una pérdida de visión de dicho ojo.

Está inflamación se manifiesta, desde el punto de vista clínico, con lo que conocemos como los “brotes” o “recaídas” que son crisis agudas de alteración focal neurológica (Pérdida de la visión de un ojo, visión doble, alteración de la sensibilidad, la fuerza, o la coordinación en una determinada zona del cuerpo …) y con lesiones inflamatorias visibles en la resonancia magnética del cerebro y de la médula espinal. Con el paso de los años, en la medida que el paciente tiene brotes repetidos, la recuperación de los mismos puede no ser completa, quedando una secuela tras cada recaída, de forma que con el paso del tiempo , estas secuelas se van acumulando, condicionando lo que conocemos como la “discapacidad”.

Pero además, cada vez es mayor la evidencia sobre el daño degenerativo en los axones, que son aparentemente normales en las resonancias magnéticas. Esta daño se inicia en fases muy iniciales de la EM, existiendo una correlación entre dicho daño y el grado de atrofia cerebral, la discapacidad futura y  la afectación  cognitiva o mental.

El diagnóstico de la EM se basa en la presencia de un fenómeno inflamatorio en el sistema nervioso central, múltiple; esto es, diseminado en el tiempo y en el espacio. Necesitaremos evidencia de la existencia de  lesiones inflamatorias en el sistema nervioso central del sujeto que afecten a distintas localizaciones, y en distintos momentos de la vida del sujeto. Para ello utilizamos la información aportada por el paciente sobre brotes, los hallazgos en la exploración neurológica, y la resonancia magnética. Además la práctica de una punción lumbar es la norma, para analizar el líquido cefalorraquídeo, en el que podemos encontrar autoanticuerpos producidos dentro del sistema nervioso central, lo que indicaría la existencia de un proceso autoinmune dentro del compartimento neurológico. Además de ayudarnos a descartar otras enfermedades que pueden parecerse a la EM , tanto desde el punto de vista clínico como radiológico.

Actualmente el tratamiento se basa en 4 pilares; de forma somera:

1. Tratamiento de los brotes o recaídas, con corticoides a altas dosis por vía oral o intravenosa.

2. Tratamientos modificadores del curso de la enfermedad. Han demostrado que reducen el riesgo de recaídas, de acumular lesiones visibles por resonancia magnética y de acumular discapacidad a medio plazo.

3. Tratamiento de los síntomas que puedan ir apareciendo como el dolor,  los espasmos, el insomnio, la disfunción urinaria, el estreñimiento, la depresión, la espasticidad, el temblor,..

4. Tratamiento fisioterápico con el que minimizar el impacto de las secuelas sobre la funcionalidad del paciente.

Estamos en un momento de intensa actividad investigadora en los tratamientos para la esclerosis múltiple, especialmente en el campo de las terapias modificadoras del curso de la enfermedad. Hemos pasado de la época de los tratamientos inyectados en las dos décadas pasadas, a la era de las terapias orales, de las que ya disponemos varios fármacos. Así mismo se han incorporado terapias más activas, aunque con efectos secundarios más importantes. Pero este tema lo abordaremos más adelante, ya que requiere una aproximación más detallada.

Dr. Lamberto Landete, Neurólogo en IVANN

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