La autoestima es un término frecuentemente utilizado entre la población general para referirse a aspectos como la seguridad, la confianza, el respeto, la aceptación y el sentimiento de valía personal que se tiene sobre uno mismo.
Según Jane Nelsen, autora del libro “Positiva Disciplina” (2002), la autoestima consiste en sentir que uno es aceptado por los demás, que es capaz de conseguir logros, y en saber que sus contribuciones son valiosas y merecen la pena.
Qué influye en el desarrollo de la autoestima? La autoestima es una característica de personalidad cambiante que va formándose durante toda la vida de la persona, desde el mismo momento del nacimiento. Cada nueva experiencia, cada éxito o fracaso (académico, social, personal, intelectual…), y todas las cosas que hacemos van formando y cambiando la imagen y la valoración que tenemos sobre nosotros mismos. La autoestima es especialmente vulnerable durante la infancia, pues es entonces cuando comienza a definirse nuestra identidad y la manera en la que nos relacionamos con las personas que nos rodean, siendo primordial el desarrollo de una autoestima sana para una adecuada formación de la personalidad del niño.
Cuando se habla de autoestima en niños y adolescentes es importante tener presente el “Efecto Pigmalión”, fenómeno estudiado en la década de los 60 por el prestigioso psicólogo Rosenthal. En este clásico experimento, se pasó un test de inteligencia a los alumnos de una escuela. Tras elegir a un grupo de alumnos al azar, a los profesores se les informó falsamente que se había comprobado que dicho grupo tenía un elevado cociente intelectual. Después de un año se volvió a repetir el test de inteligencia, comprobándose que aquellos alumnos sobre los que los profesores tenían mayores expectativas obtuvieron un mejor rendimiento académico y unas puntuaciones superiores a las de los demás alumnos de capacidades intelectuales similares. En conclusión, las expectativas que tenemos sobre el niño y/o el adolescente, pueden determinar su conducta en la dirección que esperamos, influyendo, en último término, en su autoestima.
Qué características definen a los niños y adolescentes con una autoestima alta vs. baja?
Los niños y adolescentes con una autoestima alta (o sana) muestran confianza y seguridad en sí mismos, tienen una valoración positiva sobre ellos mismos y un autoconcepto ajustado, positivo y realista, son más sonrientes y más felices, tienen más autonomía personal, tienen una mayor capacidad de autocrítica y aceptan mejor las críticas ajenas, toleran mejor la frustración, tienen menor impulsividad, aceptan sus errores, tienen un mayor interés por explorar su entorno, son más creativos y tienen un mejor rendimiento académico. Por lo tanto, una autoestima alta es un factor clave del éxito escolar.
Por el contrario, los niños y adolescentes con una autoestima baja suelen presentar una gran cantidad de problemas, tales como: dificultad para relacionarse con los demás, tristeza y depresión, dificultades de aprendizaje, trastornos de alimentación, trastornos de ansiedad, apatía y pobre control de impulsos, entre otros.
Por todo lo anterior, es una tarea fundamental para padres, maestros y educadores servir de modelo al niño y/o adolescente, ayudándole a desarrollar una autoestima alta, puesto que de ella dependerá el desarrollo de sus cualidades y de sus rasgos de personalidad, los cuales, a su vez, le influirán durante su vida adulta tanto en su manera de comprender y estar en el mundo como en sus posibilidades de vivir una vida libre, equilibrada, madura, plena y feliz.
Y cómo podemos maestros, padres y educadores ayudar a establecer las bases de una autoestima sana en niños y adolescentes? He aquí un decálogo de acciones posibles:
1.- Ayudándoles a formarse una imagen positiva y ajustada de sí mismos, sin exagerar, aceptándoles tal y como son.
2.- Motivándoles a explorar y descubrir con curiosidad e interés su entorno.
3.- Reforzándoles los logros. No recalcar sus fracasos.
4.- Dándoles la oportunidad de resolver conflictos de forma autónoma.
5.- Criticando sus actos, nunca a su persona.
6.- Demostrándoles nuestro amor y apoyo incondicional, independientemente de su comportamiento y logros.
7.- Utilizando una disciplina positiva; evitando los castigos.
8.- Fomentando sus capacidades de decisión y elección.
9.- Permitiéndoles expresar sus sentimientos y opiniones.
10.- Mirándoles con respeto y cariño, reconociendo sus capacidades y ayudándoles a descubrir y aceptar lo que les hace únicos y especiales a cada uno de ellos.
VIDEO: “Autoestima como fichas de póquer”
Enlaces relacionados:
- Nelsen, J. (2002). Disciplina Positiva. Barcelona: Oniro
- Cordero, F., y Rojas, B. (2007). Motivación, Autoestima y Rendimiento Académico. Educare, 11(2).
- Mckay, M., y Fanning, P. (2000). Autoestima: Evaluación y Mejora. Barcelona: Martínez-Roca.
Dra. Segunda Sánchez Lorente
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