Tras un derrame cerebral las personas sufren varios síntomas. Normalmente se presentan siguiendo un patrón típico que consiste en una parálisis o pérdida de fuera y destreza en un hemicuerpo. La lesión cerebral se produce en un lado que resulta ser el contrario al cuerpo donde se manifiesta, esto no es casualidad sino que tiene un porqué científico, se debe a las estructuras del sistema nervioso. Esta dificultad en medio cuerpo no siempre se distribuye del mismo modo, puede bien afectar solamente al brazo o solamente a la pierna o ambos, o ir variando según la evolución del paciente. Todo ello dependerá y mucho el tratamiento que éste siga pero de eso hablaremos más adelante.

No obstante, y en ello vamos a ahondar en la publicación de hoy, éste sería solamente un patrón de los muchos que pueden presentarse, aunque éste sea el más conocido. Existen muchos otros síntomas que a diario afectan a pacientes que sufren un ictus. Entre ellos destacamos dificultades visuales, por pérdida de parte del campo de visión, por dificultad para interpretar la
información visual, dificultad en la ubicación, orientación visuo-espacial…

También son posibles dificultades en la movilidad de ambas piernas, descoordinación. Por otro lado mencionar los problemas de sensibilidad que pueden afectar a un hemicuerpo, o parte de la cara… Además de que puede variar la zona en que se manifiesta, pueden notarse diversas sensaciones. Por ejemplo puede verse aumentada de manera que con un mínimo roce resulta doloroso o bien al contrario, siendo también un problema ya que sin sentir nada puede estar quemándose. Que se padezcan unos u otros depende de la zona lesionada, de la gravedad de la lesión y de la extensión de la zona afectada.

Todos estos síntomas no tan conocidos también necesitan un seguimiento y un tratamiento. Algunos no son tan evidentes a simple vista pero pueden llegar a ser tan incapacitantes y por tanto alterar tanto la vida personal del paciente así como su vida familiar, laboral. Es por ello que conviene ser también rigurosos con el tratamiento y acudir a todas las visitas pautadas por los médicos, tomar la medicación estimada por los profesionales y marcar desde el inicio unas pautas de rehabilitación de los daños provocados por un ictus que le permitan al paciente recuperar la normalidad que disfrutaba hasta el momento en que apareció la enfermedad. Es muy importante no olvidar ni obviar todo esto. Muchos casos caen en el error de no darle la importancia que tiene ya que una  descoordinación mucha gente la padece por infinidad de problemas y entonces la subestiman. Frases como: ¡Ui, ya ves si mi vecino también tiene torpeza, no es tan raro!, ¡Ya ves tú, si con la edad eso es normal! o ¡No, eso es porque eso estaba en medio y no me he dado cuenta!…

En ocasiones alguno de estos síntomas aparecen junto con la conocida hemiplejia de medio lado del cuerpo. En esos casos también deben recibir tratamiento aunque no sea uno de los objetivos prioritarios como en el caso del daño causado por un ictus. Puede haber otras dificultades más notorias y por tanto más importantes a la hora de dedicar el tiempo y el esfuerzo del tratamiento, pero no por ello deben pasarse por alto. En muchos casos, no se dedica tiempo ni atención por ejemplo a problemas de sensibilidad por lo que acaban empeorando y entonces pasan a ser un gran problema en el vida del paciente y su entorno.

La sintomatología que se padece con la llegada del ictus, si se acude a rehabilitación puede mejorar en ciertos aspectos según cada paciente. Lo mismo ocurre por ejemplo con la  descoordinación, con los problemas visuales, de orientación… si se trabaja en ello puede menguar y sobretodo interferir menos en el día a día.


Desde fisioterapia se enseñan técnicas para suplir las carencias que van surgiendo al realizar las actividades habituales en el día a día. Se trabaja conjuntamente con el paciente para que detecte sus dificultades y se va entrenando para poder seguir haciendo las máximas tareas rutinarias. Con metas a corto plazo más sencillas que poco a poco se van dificultando
siguiendo la evolución de cada persona. Al igual que otros perfiles de pacientes neurológicos, a ellos, solemos recomendar una rutina semanal, aunque todo dependerá, como digo siempre, de cada caso. Normalmente se les pautan unos horarios y acuden semanalmente en el turno acordado. Además, tratamos de pautar trabajo para complementar en casa, pueden necesitar ayuda para realizarlo o quizás puedan hacerlo solo, según cada caso y según sea lo que más convenga. De este modo, con las sesiones y las instrucciones para casa adquieren una rutina de trabajo. Éstos pacientes suelen tener una progresión favorable pues al ir trabajando los problemas cuasi diariamente van aprendiendo a manejarse. Aprenden a volver a hacer actividades para las que antes necesitaban supervisión o ayuda y retoman cosas que hace tiempo no hacían o no se atrevían a hacer. Aprenden a volver a ser funcionales.

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