Cuando se habla de que un niño tiene autismo se quiere expresar que tiene un trastorno del desarrollo que se caracteriza por una afectación de la comunicación social (tanto verbal como no verbal), y unas conductas e intereses restringidos que se separan de la normalidad de tal modo, que le impiden un aprendizaje y una interacción con los demás adecuados.
Los primeros signos se pueden detectar a partir de los 12 meses, pues no miran mucho a los ojos, prefieren jugar solos y les cuesta entender las emociones de los demás. Además, suelen tener afectación en el lenguaje, y presentan con frecuencia conductas rígidas con rabietas frecuentes y prolongadas. En ocasiones presentan movimientos estereotipados, como aleteo de las manos o correr en círculos.
El origen de este trastorno es desconocido, aunque se cree que en más de un 90 % de los casos se debe a alteraciones genéticas, pero en la actualidad sólo se detecta la causa en un 15-20 %. Se debe de descartar en primer lugar un problema de audición, ya que esto podría justificar un retraso en la aparición del lenguaje. Otras pruebas diagnósticas, a parte de las genéticas, se indicarán si el neuropediatra observa síntomas o signos de alarma, que pudieran sugerir una enfermedad subyacente, ya sea una enfermedad metabólica o una epilepsia.
Hoy en día se prefiere hablar de trastornos del espectro autista, ya que no todos los niños con autismo tienen los mismos síntomas ni la misma afectación. Es importante realizar una correcta valoración neuropsicológica por parte de profesionales especializados en la valoración y el tratamiento de estos niños, pues así podremos tener una visión global de las fortalezas y debilidades, y saber en qué aspectos hemos de incidir más en su aprendizaje. Se usan pues de manera estandarizada tanto cuestionarios específicos, como una observación estructurada, de manera que se pueda valorar el grado de afectación.
Así, es importante valorar el nivel cognitivo del niño, pues en un 50 % de los casos se asocia una discapacidad intelectual, así como el grado de lenguaje que presenta, de cara a potenciar la comunicación, ya sea mediante lenguaje oral o con el apoyo de dibujos (pictogramas) u otros recursos.
No existen tratamientos farmacológicos que curen el autismo, aunque en muchos lugares afirmen que mediante el uso de plantas u otras sustancias lo pueden hacer. Se pueden usar fármacos para mejorar algunos síntomas asociados, como los trastornos de conducta o el déficit de atención, así como los trastornos del sueño.
Es importante un adecuado trabajo interdisciplinar (neuropediatra, psiquiatra infantil, pediatra de atención primaria, psicólogos, logopedas, maestros, etc.), de cara a una mejor atención integral del niño y de su familia.
Dr. Gonzalo Ros
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